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HÉCTOR DEL CASTILLO (Montevideo, 1943 - 2019)

 

Conozco casi todos estos cuadros desde antes que estuvieran en la tela, cuando eran apenas un comentario; acaso unas pocas líneas garabateadas en un papel. Esto, que podría darme cierto margen de ventaja como espectador, no hace más que aumentar mi desconcierto; aunque manejo ciertas claves.

 

Héctor del Castillo es un pintor felizmente atípico. Se que usa de una intuición innata para la forma y el color que le permiten prescindir del análisis y el cálculo: es frecuente que una deformación de la perspectiva, por ejemplo, responda a compensar el equilibrio a la vez que valora algo que la anécdota exige destacar. Creo que del Castillo va, en el acto de pintar, siempre más prendido a la vida que a los materiales y la elucubración plástica y parece como si sus cuadros, a gusto con este criterio, le respondieran con alegría.

 

Yo pienso que los cuadros más felices son los que se parecen a su autor. De esta identidad no me quedan dudas. Alguien, en la era en que la vida se sofoca en artificios, recupera la magia y el misterio y con desprejuicio combate la grisura. Hay que tener cuidado: este subversivo puede contagiarnos de alegría.

 

WALTER AIELLO

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